Tienes derecho a estar
triste, a tumbarte en tu cama con respiración entre cortada, a que
se te caiga líquido por la nariz y torcer la boca, a enseñar los
dientes, a llorar. Tienes derecho a sonreir, a luchar por lo que
quieres, a ser feliz. A preocuparte, a pensar y a valorar las
opciones. Pensar está bien, pero ten cuidado con las preocupaciones.
Tu mente es demasiado poderosa y el objetivo de ejercitarla consiste
en que tú ganes, no ella. No es trabajo fácil. A veces, no
entiendes el por qué te pasan ciertas cosas, porque conoces a esa
gente, porque aparecen en tu vida. Pero alguien dice que cuando pasa
el tiempo y miras atrás lo entiendes todo. Dar consejos a los demás,
pensar por ellos puede ser fácil, pero aplicarlo no lo es tanto.
Ese proceso que acabo de
nombrar, de entender el por qué de las cosas que te ocurren es muy
bonito cuando llega pero también costoso. Durante ese tiempo tú
sigues viviendo, sintiendo, observando. Entonces mandas a la mierda
las teorías y los consejos, porque quieres llegar ya, quieres y no
entiendes nada. Te hundes. Hasta que llega un momento, un día, que
te levantas y decides plantarle cara, pensar que todo tiene solución
menos una cosa, que cada experiencia te hace más fuerte, y que
siempre se llega a un fin. Te das cuenta, de que existen cosas peores
y mejores, es lo que tiene la comparación, unas veces saldrás
ganando y otrás perderás. ¿Qué es lo bueno de esto? Supongo, que
la superación de cada día que pasa te hace más fuerte, y cuando
vuelves, cuando ha pasado el tiempo, los "problemas" que te
parecían insuperables son como las olas, desaparecen, no se repiten,
el sonido cesa, y aunque vuelvan más grandes o más largas, ya sabes
dominarlas, simplemente tendrás que dejarte llevar, montarte a la tabla y surfear.
Solo me sale decir: Te quiero.
ResponderEliminarEso ha quedado como muy romántico.
ResponderEliminardesaparecen, no se repiten, el sonido cesa, y aunque vuelvan más grandes o más largas, ya sabes dominarlas..
ResponderEliminargenial!