Hoy tienes ese día en el que tus pensamientos se adentran en lo absurda que se convierte la sociedad. Te parece que hay mucha mierda sin recoger. Decides que ciertas personas han dejado de aportarte eficacia en tu dia a dia. Piensas que necesitas salir y desconectar, porque te estás metiendo en un bucle, por tanto, te levantas y apagas el ordenador, que a su vez empieza a configurarse "No apague ni desconecte el equipo". Consideras que debes ir a un lugar donde no conozcas ni sepan sobre ti, prefieres tener contacto unilateral. A pesar de no haber ido nunca, te han hablado muy bien sobre él y siempre has tenido ganas de aterrizar una tarde allí. Bajas a la calle y empiezas a caminar. Sientes como el aire te hiela la garganta, como tus dedos se enfrían y acerelas el paso. Pasas por delante pero ni te das cuenta y retrocedes segundos después, lees el cartel dos veces "Sí, es aquí" y decides entrar porque el camarero empieza a oler tu indecisión. No hay mucha luz, pero sí suficiente. Las mesas son redondas y tienen dos sillas, algunas tres. Las estanterías están al fondo. Llevas un rato observando el lugar. Las comisuras de tus labios se ensanchan. Las mejores sonrisas son las que no estan bajo tu control, piensas. Llevas un rato volando pero tienes que volver, no estás en tu casa y pueden pensar que estás tarada. Piensas que primero toca escoger el libro y después buscar la mesa. No tienes ni idea, los escogerías todos pero has de elegir. Te preguntas por qué siempre hay elecciones, y con ellas dejamos atrás miles de opciones. Stanislaw Lem, sarcástico y punzante, es lo que necesitas "Vacío perfecto". Te encanta coger los libros y olerlos, las páginas viejas y ocres, mirar la última palabra del final y empezar. Decides sentarte.
Llevas dos horas con él, te cuesta digerir el realismo sólido, el atrevimiento de sus palabras. No obstante es aquello que necesitas, a alguien más loco que tú para saber que no eres la única chalada en el mundo. Sonríes de nuevo al saber que estás en lo cierto. "Veo que mi trabajo dio su fruto", te dice mientras coge la silla en frente tuya. "¿Qué haces aquí? Vaya pregunta más absurda", continúa y te sonríe. Habías olvidado lo mucho que te gustaban sus dientes. "Me estaba volviendo loca en casa y era el momento de probar esto", le contestas. Entabláis una conversación y notas que él sabe mucho más que tú aunque no te sorprende, te encanta escucharlo pero hay momentos en los que olvidas sus palabras e imaginas lo que quieres, mientras lo miras y asientes. Su voz te acalora, como siempre lo ha hecho. Vuelves a la conversación. "¿Sabes? Mis alumnos me regalaron un Cabernet-Sauvignon, y está por abrir", te dice. "Será cuestión de hacer los honores...", le contestas y os levantáis sin decir nada, pagáis y salís.
Tiene un piso en la misma zona, te abre la puerta y te invita a pasar. El ambiente es muy cálido y tu cuerpo va al unísono. Te quitas los zapatos y te sientas en el sofá esperando la copa que te está sirviendo. Te la entrega y se sienta a tu lado. "Verás, me gustaría que le echáses un vistazo a esto" le dices mientras sacas tu liberta y lo buscas. Él se acerca. "Sorpréndeme", te dice. Hay un largo silencio mientras lee. Cuando termina, cierra la libreta y te mira. Te dice lo que piensa y lo que cambiaría, siempre se puede mejorar. La botella desciende de peso mientras vuestra temperatura se eleva. Sois conscientes de lo que viene a continuación, y el deseo aumenta a pasos agigantados, por lo que decidis no esperar más y convertir en actos la poesía.
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