Abril despierta los ojos. Los mueve dirección norte y por la posición del sol sabe que la hora no supera las doce. Hay una nota pegada en la parte superior a la derecha. "En tus sueños has descubierto una par de entendidos que ahora no recuerdas, pero lo harás, sin esfuerzo alguno. Están dentro de tu mente, sólo tienes que encontrarlos. Puedes salir de la burbuja, pero te advierto que una vez lo hagas sentirás un potente deseo de volver a ella".
Sale y coge aire, se siente libre, desenfrenada, con ganas de correr. No corre. Cierra las puertas imaginándose tras ellas cómo deslizaría sus pasos, cómo se hundiría en la arena mientras saborea el olor del mar. Pero no corre. Oye a esos niños chillar, juegan a pasarse la pelota. Abre de nuevo los párpados y recuerda a aquél hombre que vestía un bañador, que se le cayó una navaja del bolsillo y que luego se hizo tan amigo del mar que desapareció en él. Lo recuerda porque sus puertas se han fijado en el mar, observando una larga tabla que choca a la perfección, cada cinco segundos, con la altura ideal, acompasado con las olas.
Se detiene, sin cerrar las puertas ni un sólo segundo, deseando ver qué será lo próximo, si ese hombre también va buscando lo mismo que el anterior o simplemente disfruta bailando en el mar. Entonces le llega un entendido, sin buscarlo, tal y como decía la nota. La música, bailar. Intenta indagar más, pero está desfasado. Sólo se le han quedado esas dos palabras en la cabeza. Música. Baile. Siente un tremendo deseo que volver y, sin cerrarlas, corre hacía atrás, hacia su burbuja.
Desde mi primer comentario a este ha llovido bastante, contando con el día de hoy (ya que también ha llovido). Esto me recuerda que siempre acabamos volviendo al lugar donde somos felices. No dejes de escribir preciosa.
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