Adaptarse es costoso, quizás no sea esta la palabra adecuada para definirlo, pero sí lleva su tiempo. Depende mucho de la situación y de tu actitud hacia ella.
Al principio, tus ojos deben acostumbrarse a lo que ven, lo nuevo y desconocido hasta el momento. Lo examinan y poco a poco lo van haciendo suyo. La adaptación llega entonces cuando se cierran y no tienen problema al recordar cada detalle.
Las sensaciones que te produce ese sitio, o bien la persona a la que te estés acostumbrando, pueden ir variando con el tiempo. Cuando te enfrentas por primera vez sufres la conocida "primera impresión", esta puede ser o no equívoca, pero tal y como van pasando los días, meses y años lo averiguas al fin. Tu mente chequea en lo que viene a ser una vista y pensamiento rápido, segundos tal vez, en cómo es aquello que tienes delante y qué puede aportar de nuevo a tu vida. De manera, que con el tiempo refutas esa primera desnuda idea o la corroboras.
En cambio, los olores son diferentes, permanecen y se asposentan desde esa primera vez. Se suelen quedar grabados en tu cerebro hasta que los relacionas con personas, lugares o momentos determinados en tus etapas.
Tu persona en conjunto siente la costumbre cuando esas acciones, sensaciones, vistas y olores se repiten diariamente. No obstante el diario no sea el punto principal del tema, sí lo es el tiempo. Y como Kundera cita, "si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a
la eternidad como Jesucristo a la cruz".
Intenta pues, pese a tu rutina, poner cada dia esa guinda, ese momento, persona, cosa, lugar o sensación que hace diferente la existencia de tus horas. Y cambiar.