- ¿Qué estás tramando Charlie?
- Siempre me dicen que mato a mis
personajes al final de las historias. Ya no sé por dónde seguir.
Nada me inspira.
- Ven anda, tómate esto.
- No tío, ya sabes que eso no me
va.
- Anda Charlie! Si todos lo hemos
probado, hasta tu vieja.
- No hables así de mi vieja.
- Venga tío, estás atrapado,
mírate, sólo bebes whiskeys, te sientas frente a una mierda de
hoja y nunca sacas nada de ella.
- Mi inspiración se ha ido.
- Las inspiraciones vienen y van.
Como la que te estoy dando, es una de las buenas... hazme caso.
- No me ralles.
Charlie se levantó del sillón y
encendió un cigarrillo, oyendo el papel consumirse miraba por la
ventana. La ciudad se presentaba con las calles húmedas, los coches
llenos de rocío y ninguna para ellos. Las mujercitas paseaban bajo
sus vestidos, en busca de una noche que les diera de comer. Siguió
fumando mientras se bebía un whiskey doble sin hielo. Su amigo
seguía con aquello. Una tras otra.
- Acabarás palmándola
- De algo hay que morir, amigo.
- Vale tío, pásame una. Esto es una
mierda.
A las tres de la mañana, los dos
amigos se encontraban completamente excitados, de una cosa o de otra,
necesitaban salir de ese antro en el que sólo les quedaba aspirar el
polvo.
- Venga tío, necesito más de esa
mierda.
- Vámonos, conozco un sitio.
Llegaron. Entraron. Fumaron. Bebieron.
La música retumbaba en sus oídos, los destellos de las luces, el
corazón latía arrítmico, la gente, el calor y el frío. La rubia
de la esquina se les acercó y agarró a uno de ellos por la cintura.
- Tú, eres Charlie ¿verdad?
- ¿Y tú quien eres?
- He leído alguno de tus textos,
son realmente...
- Déjalo, no sigas, he salido y lo
último que quiero es hablar de mis textos.
- Entonces hagamos de todo menos
eso.
Tomaron unas cuantas copas más y
subieron los tres al piso. Charlie, el amigo y la rubia se
dispusieron a hablar sobre las constelaciones hasta que fueron ellos
mismos quien vieron las estrellas en el primer acto. Al segundo
asalto, las arritmias salían y entraban como si de polvo se
tratara. La rubia creía comerse el mundo pero el mundo se la comió
a ella. Seguía sin poder seguir, mostrando que ella era la jefa,
cuando los otros dos miembros iban hasta arriba y fue ella la sumisa.
Les daba igual que fuera una rubia que la morena. Charlie tenía su
historia, la inspiración le estaba llegando. Y le llegó, por fin.
Culminante. Abrumador. El amigo, lleno de éxtasis derramó todos sus
fluidos intestinales sobre la chica. Charlie pensaba que la palmaría,
de tal manera que habría sido una historia más y una muerte más,
esta vez con las bragas en la cabeza.