domingo, 26 de abril de 2015

Caballero a mi corazón.

Viene trotando,

los que están alrededor
agitan sus pañuelos,
balbucean
arrancan sus voces.

Levantan los brazos, 
se excitan.

Yo, plantada con clavos
que me sujetan al suelo,
cierro los ojos.

Brota sonrisa,
dudosa de si permanecer 
mucho tiempo.

Él llega trotando 
con el caballo ciego,
corre
mientras yo,
clavada al suelo, espero. 

Viene directo 
a mi cuerpo desnudo
a mi corazón

Lanza.

Aplausos.

martes, 21 de abril de 2015

Sin penetración

Es corto. Tan corto como el polvo que pegaremos en 2016. La habitación no esta vacía porque estamos nosotros dos. Paredes blancas con olor a jazmín. Yo tumbada, con el ombligo en el suelo y unas braguitas rosas. Me acaricias el pelo dejándolo caer por mi espalda. Luego me lo apartas y pones primera en tus labios para bajar suavemente. Lames mi nuca. Muerdes. Y duele. Me agarras, y me vas apretando todo el cuerpo, como el niño masajea la plastelina con furia, tú juegas moldeando mi piel a tus manos. Bajando, me apretas y noto como se te pone dura la mandíbula. 

                             

jueves, 16 de abril de 2015

Opciones en la mesa

Si paso por un escaparate y me detengo a mirar, quiero vestirme como ese maniquí, llevar su sombrero, y ser lo último. 

Quiero esos vaqueros.

Pueden pasar dos cosas, que entre a probármelos o que siga caminando. Si sigo caminando, pueden pasar dos cosas, que me olvide del conjunto, o que de vez en cuando recuerde por qué no entré a probármelos. Total, sólo son unos pantalones. Podría tener un día de esos en los que necesitas refuerzos materiales.

Ahora escojo la primera opción. Entro a la tienda y me los pruebo. Pueden pasar varias cosas. Una, que mi talla se haya agotado. Dos, que se los esté probando una chica y convencida de que le quedan estupendamente, los compre. Tres, probármelos.
Si me los pruebo, pienso, ¿cuánto valen? ¿Me lo puedo permitir? ¿Los necesito?

Y de nuevo... pasan dos cosas. Si me los compro, tendré una prenda más en mi armario. Me harán feliz momentaneamente, alardearé con ellos por la calle durante un tiempo, y con los días, me acostumbraré. Dejarán de ser especiales, aquellos pantalones que puestos me hacían feliz frente al espejo, incluso olvidaré dónde los compré. O no.

En cambio, si no me los compro, pueden pasar dos cosas, podemos volver a la primera pregunta, cuando no sabía si entrar o seguir caminando; todo vuelve a sus inicios. Una: pensar y sentir que no los necesito, que son un capricho. Al fin y al cabo, tengo mucha ropa y siempre me pongo la misma; es que debo ahorrar, etc. 

Y olvidarme de ellos. 

Dos: recordar de vez en cuando, ¿por qué no me los compré? ¿Hubiese sido mas feliz? Total, sólo eran unos pantalones...