Nos
sentamos a la espera del recital, con ganas, en realidad, de que nos
arranque las bragas. No mantiene contacto visual con el público. Se
toca la barbilla con el pulgar y el índice. Cabizbajo. Todos le
observan pero él sigue con el punto fijo. El tío que lleva rastas
se levanta y se acerca, porque su amigo el gordo le ha hecho señas
con la mano para que venga. El gordo, un tipo grasiento en el que
piensas que a las putas les debe dar un asco tremendo hallar su polla
entre la carne. Y además maleducado. Viene el rastas y me sonríe.
Al principio me hace gracia, pero acabaré rompiéndole la nariz
porque me tocará el culo, creyéndose que así quizá me vaya a con
él a la cama. Eres una zorra de mierda, puta engreída y amargada,
me dirá mientras se limpia con la manga la nariz de sangre, sujetado
por su amigo el gordo colocado.
- Eres muy guapa.
Me
río.
- Ah, ¿que no lo eres?
Me
río pero con menos ganas que la anterior.
- ¿Y tú que opinas?
- ¿Puedes callarte?
- Me caes mal.
El
gordo y el rastas se levantan. Unai sigue leyendo. Deseo que se vayan
y el rastas deje de rozarme. Me gusta su voz, a pesar de no entender
lo que dice entre ciervos, besos en la frente, estómagos y lamer
muslos. Noto como pequeñas vibraciones allá abajo pero no sé muy
bien si es porque me va a explotar la vejiga o me pone cachonda su
pose tímida. Sólo leeré dos poemas más, no quiero aburriros.