martes, 11 de marzo de 2014

Amor, querido.

¿Cuál es tu momento de mayor inspiración? Cada cual ha de encontrar el suyo, pero suele ser de buena mañana o por la noche, cuando las personas duermen, la tierra parece que descansa y no hay almas ni sonidos que puedan molestar tu caos mental. Suele venir en momentos inesperados también, cuando no estás preparado y no tienes la libreta a mano, pero en cambio las servilletas nunca fallan y el "gracias por su visita" forma parte de una historia o de unos pensamientos enredados. A veces viene cuando no procede, porque estamos en el coche, en una clase supuestamente atendiendo o de paseo por la montaña.

Entonces me ha venido un tema tan atractivo y pintoresco, así como cargante e insistente, el amor. Oh sí, el amor, qué tema peculiar. Todos creemos que lo conocemos, cuatro letras, un te quiero, una rosa, un beso... el amor. Qué rápido viene y qué pronto se va, ¿verdad? Podríamos embaucarlo para que se quedara más tiempo, que nos deleitara con sus formas y sus estados. El amor... pero, sabemos lo que es el amor, ¿no? O quizá sabemos, lo que nos han enseñado sobre él, de lo que va acompañado, y si no pues no es amor. Es el amor ¿posesión? ¿entrega? ¿libertad? ¿pasión? ¿monotonía? Es gracioso decir cuánto estamos enamorados y a la mínima dificultad, cuánto odiamos. Frase legendaria "del amor al odio hay sólo un paso", o sea que del odio al amor, hay unos cuantos más, ¿no? De hecho, me atrevería a decir que del odio al amor, hay medio paso, el odio en realidad es un amor escondido por el orgullo y la no aceptación. Pero, ¿por qué hay sólo un paso del amor al odio? Quizá por el sentimiento de posesión, por el recelo y la inquietud en la que vivimos previamente, en ese período en el que tan enamorados estamos. Puede haber tan solo un paso del amor a la indiferencia, pero decir "odio" queda como más profundo y sobrecogedor.


El amor a una ciudad es libre y sincero. La quieres y sabes que te enamora, por su olor, por lo que te hace sentir cuando la visitas. Sientes en realidad que te encantaría vivir con ella aunque fuese solo una temporada pero no tienes la necesidad de poseerla, ni de mandarle, de imponer tus normas, ni mucho menos de hacerla a tu medida. Te gusta así, porque es cómo te ha enamorado, sin que pierda su esencia, y por esta regla, tampoco querrás que la ensucien, ni le hagan daño, por supuesto. Y cuantas más ciudades visitas, más te cuesta decidir la respuesta "¿y cuál es tu favorita?" Pero siempre suele haber una que es la tuya, donde sientes una conexión feroz, incomparable. ¿Amor? Tal vez. El amor es de muchos colores. En realidad, el amor es según tú lo dibujes, es según lo crees a tu manera. Lo moldeas y entonces construyes tu propia idea sobre el amor. Querer sacar lo mejor posible, disfrutar del otro, de aquello que pueda aportar a tu vida. Un proceso constructivo para ambos, un plus. En cambio el amor hacia tu ciudad es unidireccional, un regalo para los sentidos y el interior. Pero, ¿y si intentamos, a priori, ese mismo amor hacia la persona? Sin esperar nada a cambio, sin posesiones ni celos, sin miedos. Bueno, son experimentos, cuestan, salen bien o mal, depende, se pueden repetir, pero son un proceso al éxito.