domingo, 11 de noviembre de 2012

Fluye.


No sé por qué somos impacientes. Si todo acaba llegando, y lo peor de todo, pasando. Tanto tiempo esperando ese momento, ese lugar o esa compañía, para que en menos de lo que te esperabas solo sea un vago recuerdo de tu memoria. ¿De qué sirve impacientarse?

Por mucho que no lo desees, el tiempo sigue su curso, así que si quieres algo, espabila, no lo van a hacer por ti. Hay que vivir el momento, el minuto, el instante, sí, todo lo que tu quieras, vive y sé feliz, pero márcate objetivos. Es la única forma de seguir con la motivación de conseguir algo, sino, ¿qué sentido tiene? Piensa algo que desees con todas tus fuerzas, que quieras conseguir, y ve a por ello. Eso sí, sin impaciencia, que sabemos que todo llega, y con ella, el único perjudicado eres tú.

Cuando estás en sintonía con el Universo todo fluye con una facilidad abismal, el tiempo se detiene y llegas a todo, sin preocupaciones, como si él trabajara para ti. No hay prisa, fluye y déjate llevar, todo acaba saliendo, y si no es así, es que no debía de ser el final. 

Las ganas y la buena energía abren horizontes, sólo tienes que dejarte llevar y saber con certeza lo que quieres, no decaigas. Visualiza el final del camino, y lo conseguirás. 


viernes, 9 de noviembre de 2012

Tres son multitud.



- ¿Qué estás tramando Charlie?
- Siempre me dicen que mato a mis personajes al final de las historias. Ya no sé por dónde seguir. Nada me inspira.
- Ven anda, tómate esto.
- No tío, ya sabes que eso no me va.
- Anda Charlie! Si todos lo hemos probado, hasta tu vieja.
- No hables así de mi vieja.
- Venga tío, estás atrapado, mírate, sólo bebes whiskeys, te sientas frente a una mierda de hoja y nunca sacas nada de ella.
- Mi inspiración se ha ido.
- Las inspiraciones vienen y van. Como la que te estoy dando, es una de las buenas... hazme caso.
- No me ralles.

Charlie se levantó del sillón y encendió un cigarrillo, oyendo el papel consumirse miraba por la ventana. La ciudad se presentaba con las calles húmedas, los coches llenos de rocío y ninguna para ellos. Las mujercitas paseaban bajo sus vestidos, en busca de una noche que les diera de comer. Siguió fumando mientras se bebía un whiskey doble sin hielo. Su amigo seguía con aquello. Una tras otra.

- Acabarás palmándola
- De algo hay que morir, amigo.
- Vale tío, pásame una. Esto es una mierda.

A las tres de la mañana, los dos amigos se encontraban completamente excitados, de una cosa o de otra, necesitaban salir de ese antro en el que sólo les quedaba aspirar el polvo.

- Venga tío, necesito más de esa mierda.
- Vámonos, conozco un sitio.


Llegaron. Entraron. Fumaron. Bebieron. La música retumbaba en sus oídos, los destellos de las luces, el corazón latía arrítmico, la gente, el calor y el frío. La rubia de la esquina se les acercó y agarró a uno de ellos por la cintura.

- Tú, eres Charlie ¿verdad?
- ¿Y tú quien eres?
- He leído alguno de tus textos, son realmente...
- Déjalo, no sigas, he salido y lo último que quiero es hablar de mis textos.
- Entonces hagamos de todo menos eso.

Tomaron unas cuantas copas más y subieron los tres al piso. Charlie, el amigo y la rubia se dispusieron a hablar sobre las constelaciones hasta que fueron ellos mismos quien vieron las estrellas en el primer acto. Al segundo asalto, las arritmias salían y entraban como si de polvo se tratara. La rubia creía comerse el mundo pero el mundo se la comió a ella. Seguía sin poder seguir, mostrando que ella era la jefa, cuando los otros dos miembros iban hasta arriba y fue ella la sumisa. Les daba igual que fuera una rubia que la morena. Charlie tenía su historia, la inspiración le estaba llegando. Y le llegó, por fin. Culminante. Abrumador. El amigo, lleno de éxtasis derramó todos sus fluidos intestinales sobre la chica. Charlie pensaba que la palmaría, de tal manera que habría sido una historia más y una muerte más, esta vez con las bragas en la cabeza.