lunes, 15 de diciembre de 2014

Viernes

Nos sentamos a la espera del recital, con ganas, en realidad, de que nos arranque las bragas. No mantiene contacto visual con el público. Se toca la barbilla con el pulgar y el índice. Cabizbajo. Todos le observan pero él sigue con el punto fijo. El tío que lleva rastas se levanta y se acerca, porque su amigo el gordo le ha hecho señas con la mano para que venga. El gordo, un tipo grasiento en el que piensas que a las putas les debe dar un asco tremendo hallar su polla entre la carne. Y además maleducado. Viene el rastas y me sonríe. Al principio me hace gracia, pero acabaré rompiéndole la nariz porque me tocará el culo, creyéndose que así quizá me vaya a con él a la cama. Eres una zorra de mierda, puta engreída y amargada, me dirá mientras se limpia con la manga la nariz de sangre, sujetado por su amigo el gordo colocado.

  • Eres muy guapa.

Me río.

  • Ah, ¿que no lo eres?

Me río pero con menos ganas que la anterior.

  • ¿Y tú que opinas?
  • ¿Puedes callarte?
  • Me caes mal.


El gordo y el rastas se levantan. Unai sigue leyendo. Deseo que se vayan y el rastas deje de rozarme. Me gusta su voz, a pesar de no entender lo que dice entre ciervos, besos en la frente, estómagos y lamer muslos. Noto como pequeñas vibraciones allá abajo pero no sé muy bien si es porque me va a explotar la vejiga o me pone cachonda su pose tímida. Sólo leeré dos poemas más, no quiero aburriros.