miércoles, 19 de febrero de 2014

Piernas enredadas.

Al despertar, abrió la puerta y el niño estaba de pie a unos cinco pasos con sus ojos fijos en ella.

Thais dormía desnuda con un hombre al que había conocido unos meses atrás o al menos eso creía. Hicieron el amor un par de veces, fogosos, como siempre, o tal vez follaron. Si no hay amor, ¿se folla? Luego durmieron, cayeron rendidos. Durmieron cual pareja ordinaria, en posición cuchara y abrazados, exceptuando los momentos de calor extrema en los que se alejaban. ¿Pero entonces, follaron o hicieron el amor?

Se revolvía en la manta, mordiéndola y chillando, estaba sola en la cama, se ahogaba dentro, como cuando la ola te hunde y te hunde, y tu, como una lavadora, das vueltas y vueltas, y quieres salir, pero sigues hundiéndote. Y sales. Entonces se despertó. Tenía la boca asquerosa. Bebió agua e intentó volver a dormirse.



Se levantó de la cama, descalza y con la parte de arriba del pijama, abrió la puerta y en la habitación de en frente, el niño estaba de pie, mirándola, erguido y fijo en ella. Y entonces volvieron a hacer el amor, y acabaron follando.